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sábado, 23 de junio de 2012

EL CARÁCTER ORAL EN LA ESPOSA DEL REY DE LAS CURVAS DE ALFREDO BRYCE ECHENIQUE

"Sucedía por aquellos años que, al igual que todos los niños, yo necesitaba un héroe que emular, que admirar, que querer, e incluso que adorar e idolatrar. Pero mi padre, tímido entre los tímidos, rígido entre los rígidos, y muy callado entre los mudos, incluso, era cualquier cosa menos un hombre idolatrable. Lo respetaba todo, tanto y tanto, mi papá, que, me consta, les juro que me consta a mí, su eterno y aburridísimo copiloto en un viejo Pontiac siempre impecable, azul marino y lento, que, por temor a pasarse el siguiente semáforo, mi padre era capaz de detenerse incluso en el anterior. Y las únicas curvas que daba bien eran aquellas destinadas a evitar un bache de la avenida Salaverry, tanto de ida como de vuelta de su oficina en el Centro de Lima".

Alfredo Bryce
La esposa del Rey de las Curvas
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EL CARÁCTER ORAL EN LA ESPOSA DEL REY DE LAS CURVAS DE ALFREDO BRYCE ECHENIQUE
Henry Rivas Sucari
revistanaufrago@hotmail.com


El último libro de Bryce, La esposa del Rey de las Curvas, es la invitación a un acto narratario oral con caracteres nostálgicos, compartido a su vez de una ironía a veces triste, a veces hiriente, y que demuestra que el autor de El hombre que hablaba de Octavia de Cádiz, continúa el estilo que le ha identificado en sus más de treinta años de carrera literaria.






Arnaldo Alvarado "El Rey de las Curvas" (1901-1988), izq, fue un as del automovilismo desde el año 33 hasta el 75, inmortalizando su robusto Ford, el "Ladrillo Rojo". Como homenaje, la última etapa de los Caminos del Inca, Arequipa-Lima, lleva el nombre de Alvarado


El cuento que da nombre al libro La esposa del Rey de las Curvas  recurre a una temática bastante tratada en intertexto de la obra bryceana.. Es decir, en entrevistas y otros libros, como lo son sus memorias Permiso para vivir, Bryce, a la manera de anécdota, narra  el inicio de su lenguaje oral y sus dotes como narrador infantil. La anécdota da como resultado, en parte, un material valido del que construye sus relatos, una fuente para manejar las historias como un sistema de ajedrez, pero siempre por distintos caminos, contando la misma historia una y otra vez, con distintas alegorías, nuevos personajes, espacios exagerados, etc. Todos esos elementos constituyen el recurso base para el tipo de narrador que es Bryce, un narrador oral. El narrador oral es entendido no como un narrador plenamente dicho, sino como un contador, el contador de una narración. La tradición de la oralidad se remonta al principio de la humanidad, a las primeras manifestaciones de lo que llamamos literatura: la creación de historias. El cuento La esposa del Rey de las Curvas es el nacimiento de un narrador oral, de naturaleza mitómano y con la perfecta audacia de la complicidad familiar.

Cuando la narración oral se dirige al papel, no pierde su tradición de oralidad, es decir, inmediata, contextualizada, digresiva, tonémica; sino más bien, refuerza estos rasgos al imitar a una oralidad hablada sobre la hoja en blanco. De esta manera, produce una segunda oralidad, cuyas características son las mismas, pero construidas por un narrador que debe causar la misma ilusión de la oralidad presente. Este acto es muy complejo, pues el narrador debe trabajar ya no solo con palabras, modismos, o improvisaciones, sino con normativa, espacios e imaginando a un lector en vez de un auditorio. Bryce logra el efecto del narrador oral. Esa ha sido su virtud en la mayor parte de sus libros, ayudándole también a conseguir la construcción de un estilo propio, lleno de intertextos de la cultura popular, canciones de rancheras, boleros, así como también de la cultura literaria universal. .

Uno de las mejores realizaciones en este libro es el cuento Peruvian Apollo, personaje que le hace un guiño cómplice al fortachón Cajahuaringa de la novela No me esperen en abril. El cuento, si bien narra la degradación de un personaje de la clase alta peruana, tópico recurrente en la narrativa bryceana, sale del molde de los acostumbrados depresivos, al mantener, aun en los momentos más trágicos, un humor campesino y un carácter resignado, pero positivo.
Los personajes bryceanos siempre se han movido entre el fracaso y la tristeza, entre la melancolía y la evocación al paraíso perdido, la desolación y la muerte. El cuento Y se me larga usted en el acto y Las manías del primo Rodolfo constituyen un retorno a la Lima que se fue y a los personajes llenos de excentricidades, atrapados en una dimensión familiar que les impide desarrollarse en una sociedad moderna. Este arcaísmo en sus gustos, manías y  visiones del mundo los conducen casi siempre al fracaso, a la soledad inexorable de la incomprensión.

La detestable ciudad de Bolon-i-a es un cuento que sobrepasa la dimensión del relato a la dimensión fonológica; así los sonidos, las pronunciaciones de Bolonia por Bolon-ia adquieren una transgresión de significados y tiempos. El significante jugará una variación fonológica para la representación del mundo positivo versus el mundo imposible, el mundo negativo y frustrante. El juego lingüístico atraviesa varios enunciados: Bolonia, Bologna, Boloña, para terminar en un escatológico Bolon-i-a, que conducirá a Joaquín Sumalavia, el personaje,  a los infiernos del trueno estomacal, la desgarradora, aflojada y alocada carrera hacia la defecación desesperada, que terminará por arruinar su viaje a un país extraño y doloroso para él y su novia.

La funcionaria lingüista, el primer cuento del libro, (lo menciono al final por su carácter irónico destructivo) tiene un parecido en su propuesta al registro de la novela Las obras infames de Pancho Marambio. Esto se debe a que  parece que hubiese sido escrito en un acto de venganza, de rencor y de odio. Bryce recurre, para desacreditar al oponente de su relato, a la caricaturización. Este juego donde involucra toda la herramienta irónica que maneja con destreza. Esta le sirve para describir a un personaje nimio y a la vez poderoso, Raquel María Trinidad Quiñones Salcedo, una funcionario- lingüista mediocre, arribista, algo hermosa, pero a la vez ridícula, que despedaza todo lo que puede servir para hacerla ver lo que es: un parásito aprovechado de las fuentes culturales españolas. El narrador autodiegético se llama Raúl y vive entre los actos memoriosos y los del oprobio. El acto narratario es propio de un acto catártico. La eclosión de lo bárbaro a través del ludismo memorioso y carnavalesco. Bajtín nos habla de esta categoría en su libro La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento, donde algunos de los temas tratados son el cuerpo grotesco, disfraces y metamorfosis; la ironía y los modos distanciadores como sátira, parodia, estructuras y causalidades invertidas, etre otros. En este cuento, Bryce recurre a varios de estos elementos, algunos con éxito, otras con descaro.

En suma, La esposa del Rey de las Curvas es un libro claramente situable dentro de la temática recurrente bryceana. Los cuentos están entendidos entre el tópico de la creación y el acto memorioso, la degradación de la clase alta peruana y la caricaturización de los seres imperfectos. No encontraremos novedades e innovaciones como en sus entregas anteriores, pero si la pulsión de un contador de historias, vigoroso y efectivo.




jueves, 7 de junio de 2012

He yacido en esta fosa







Henry Rivas Sucari









He  yacido  en esta fosa cuatrocientos ochenta y ocho años. Yo sabía que algún día me encontrarían, me desenterrarían. Si me preguntaran cómo puedo dar mi versión sobre el  tiempo, les respondería que fácil: la humedad, las lluvias periódicas y las épocas de sol las sentimos también los de abajo.

Yo he querido responderme a muchas preguntas todo este tiempo  mientras cada línea de mi tejido iba desapareciendo y haciéndose pedazos; cada vez que la humedad o la sequedad iban carcomiendo no solo mi cuerpo,    sino también mi espíritu.

Yo, Paul Selley, natural de York, fui asesinado por Percy Bunsey, en el año mil quinientos doce de nuestro señor.

 Cuando llegué a las Indias, que muchos ya consideraban un nuevo territorio, lo hice en una embarcación que siguió a las de Colón. Me contrataron como médico de la tripulación. Esta se  llamaba “El Lucidor” y estaba compuesta por españoles, ingleses, franceses, italianos y holandeses. Por supuesto, todos pilluelos, jóvenes y viejos recién salidos de las cárceles.

Presencié dos motines en los que degollaron a dos oficiales de la armada inglesa, y en los que cambié de jefe sin protestar. Mi condición de médico me proporcionaba una protección que no dejaba aliento para mi discusión sediciosa, pues cualquier bando que tomase el poder me necesitaría, así que tuve muchos trabajos: suturando  y cociendo heridas, cambiando innumerables vendajes, curando a un adolescente que fue violado una noche por treinta y dos  marinos, y por poco muere desangrado. Cuando llegamos a la isla Isabel la Católica, nos encontramos con que la guardia española no pasaba de doce sujetos que vivían como en un paraíso: mujeres exuberantes  y hermosas, comida abundante y fresca, y ese sol que nos llenaba de una energía afrodisíaca intensa. Yo mismo me enamoré perdidamente de una preciosa aborigen. Mi paraíso duro exactamente cuarenta y dos días, en los que me perdía en una de las innumerables playas  y lagunillas haciendo una y otra vez el amor con Batrica, que en su lengua salvaje pudo explicarme, con gestos y ademanes, significaba fuerza volcánica. Yo estaba enamorado de sus caderas sólidas y la apacibilidad de su rostro, de sus dientes blancos marfilados y sus ojos lánguidos, de su cabello moreno y sus piernas perfectas de color oscuro. Su compañía transformó mi frío espíritu europeo, hasta convertirlo en un volcán ardiente que se conjuraba al infinito armonizando con  su manera de besar, su boca caribeña y  ese sexual ardor tropical que me hizo tan feliz.

Pero la felicidad esta hecha para recordarla y extrañarla. El Capitán Villaescusa, jefe de la isla, se enteró que los españoles ya sabían que la  nave  había sido tomada por la fuerza, de una manera ilegal, indigna. Fue allí donde comenzó la cacería que involucró de una manera salvaje a los naturales, a quienes manipularon para una lucha sangrienta fratricida. Yo sabía que el capitán deseaba a Batrica, y me procuré tenerla siempre alejada de él. Sin embargo,  yo sólo era un médico (esta vez mi condición profesional no me sirvió para salvarme) y no sabía pelear. Fui capturado  junto a los integrantes de mi tripulación con el cargo de traición a no sé a que rey. Me habían capturado y encerrado en una cabaña mientras Batrica me hacía temblar con sus llantos, con sus gemidos, con esa  manera espantosa de preocuparse por mí, arrancándose los cabellos y lanzando alaridos junto a otras mujeres que presentían la partida ineluctable de sus hombres-dioses).

La madrugada del doce de octubre de mil quinientos doce, Percy Bunsey, pillo inglés, cumplió la orden de Villaescusa, pasando el filo de su  espada por mi garganta, mientras yo trataba, infructuosamente,  de desamarrarme la soguilla que me ataba al palo alto al que estaba sujeto. Recuerdo el cielo celeste, el rugir del mar al chocar contra unas rocas, mi lejana ciudad y su  aroma tan lejano, allá en Inglaterra, y sobretodo la mirada lánguida y triste, mezclada con una actitud de horror,  de mi único y gran amor... Batrica, mi amor, mi dulce Batrica.



Epílogo



Crónica del diario Arequipa al día, martes 18 de julio del 2000



(…)Continúan las investigaciones sobre el hallazgo del misterioso esqueleto hallado en República Dominicana por el arqueólogo Bertie Shelley. (…)